Szofi, de 10 años, ha entrado nueva al colegio, y su mayor sueño es cantar en el coro infantil. Desde siempre le gusta cantar, y en el coro está también esa niña tan simpática de su nueva clase, ¡qué bien!, porque hasta ahora no hay muchos que estén hablando con ella.

Y luego está la directora del coro... es tan dulce y tan paciente, en cada ensayo, y tan motivada, que el coro incluso ya ha ganada varios concursos. ¡Menudo honor para un "pequeño" coro escolar! Sería una alegría y un placer cantar con ellos, ¡claro que se apunta!

Sin embargo, después del primer ensayo, Szofi ha de reconocer que las estrategias de la directora no son tan inspiradoras como todos creen... ¿debe decir algo o permanecer en silencio?

Así comienza el cortometraje "Sing" (Hungría, 2016), premiado con un Oscar este año y disponible en estos momentos en la página web de la cadena de televisión arte. Hay un pero, y es que sólo está disponible en húngaro con subtítulos en alemán (¡toma cultura!), aún así creo que lo vas a poder entender todo, a pesar de que no hables ninguno de estos dos idiomas. Es que es una muy buena película.

Quiero recomendarla porque en primer lugar la encuentro muy lograda desde el punto de vista musical. (Y para ver un ejemplo de lo opuesto, de muestra un botón: la producción alemana "Buddenbrooks" (2008), en la que una escena destroza toda la tensión dramática de la película: ni la actriz supo cómo coger el violín, ni al director le interesó lo suficiente comprobar si los toscos movimientos de la actriz concordaban con la música... para mondarse... aquí está el vídeo... he marcado la escena...)

A ver, que me estoy yendo por los cerros de Úbeda, volviendo al cortometraje. El director Kristóf Deák toca un par de temas delicados en su película, por ejemplo qué es talento (o no-talento) en primer lugar, y también la cuestión de cómo reaccionar en vista a una injusticia (social).

Resulta que la directora cita a Szofi después del primer ensayo a un examen vocal, después del cual le aconseja que cante "muda" por el momento, y sólo mueva los labios con el texto. Porque Szofi, en su humilde opinión, no canta tan bien como los demás niños. Y además le pide que no le comente a nadie su pequeño acuerdo, porque... seguro que Szofi no quiere que los demás se den cuenta de que ella no es lo suficientemente buena para cantar en el coro... ¿verdad?

¡Qué insolencia e injusticia hacia la niña! Y, por desgracia, ello sigue aún ocurriendo. Por ejemplo, cuando el profesor dice "es que no tienes sentido del ritmo" o "tú nunca llegarás a tocar (instrumento)". La situación, en este caso, es vivida en silencio y nunca es puesta en duda, ya que en el mayor de los casos los padres/alumnos confían en la experiencia del profesor. Pero ¿quién es esta profesora para emitir semejante juicio? La pregunta no es si Szofi canta bien o no (y no es la cuestión que toca Deák), sino si es aceptable que en el campo artístico unos pocos sigan cerrando las puertas a los demás. ¡Ya está bien! Vivir una vida musical sin armadura quiere decir también no identificarnos con los "éxitos" de nuestros alumnos. Esta actitud está aún muy presente, sobre todo, me atrevo a decir, en el Grado Superior.

Necesitamos músicos valientes que estén dispuestos a comunicar con apertura y honestidad - y no escondernos detrás de nuestras inseguridades.

Porque... ¿adivina qué? A todos les pasa lo mismo - todos están que se cagan en las bragas... y... ¿sabes otra cosa también?

Es más fácil si decidimos "no escondernos" todos juntos.




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